lunes, 6 de septiembre de 2010

La historia del sonido sagrado


De los cinco sentidos que posee el ser humano más el sexto que nos remite a la intuición, el del oído es el que probablemente nos conecta con mayor eficacia a estadios cerebrales elevados.Se ha demostrado que el hombre, en estado fetal, tiene capacidad para recibir los estímulos externos al claustro materno a través de los sonidos amortiguados que le llegan del exterior, de este mundo que, en un corto espacio de tiempo, será el suyo.De todos es sabido que existen varios tipos de memoria y la auditiva es una de las más eficaces y enraizadas. Estudios científicos demuestran que una vez el bebé es dado a luz, éste tiene capacidad para reconocer la voz de la madre que lo llevó en su seno. Es precisamente esta voz la que establecerá un puente entre ambos universos, el intimo, cálido y privado de la gestación y el que en lo sucesivo será su espacio de desarrollo: el ruidoso, agresivo y hoy por hoy desnaturalizado planeta Tierra.
De todo lo dicho podemos deducir que la voz de la madre es uno de los primeros "sonidos sagrados" con capacidad de influir tanto en las emociones como en la psique profunda.Pero la vibración de esta voz tan querida no es la única vibración que puede aportarnos equilibrio y bienestar. A medida que el bebé entra en las diferentes etapas de madurez, va descubriendo distintos sonidos, en cierta forma sustitutivos, que le pueden transportar a unos estados físicamente hablando muy satisfactorios y a unos estadios mucho más elevados de conciencia.
En lugares alejados de los núcleos urbanos, podemos encontrar sonidos sagrados en la Naturaleza. El ruido de la lluvia, el rumor de las olas del mar, el manar de una fuente, el derroche de agua de una cascada, el retumbar de un trueno o el rugir de un volcán, pueden ayudarnos a relajar nuestras células cerebrales y pensamientos, potenciando la introspección y la paz interna.
Tampoco debemos olvidar que el hombre puede realizar sonidos que se pueden acercar a la sacralización de los anteriores: mantras, cantos rituales o sagrados como los gregorianos, música clásica, vocalizaciones, sonidos guturales..., etc., pueden despertar al ángel que anida adormecido en nuestro interior y nos concede la capacidad de sanación y transmutación.Pero también objetos materiales realizados por la mano del hombre pueden contribuir a alcanzar este estadio ansiado de equilibrio. Cuencos, campanas, cimbals, van a ayudarnos a sincronizar nuestra propia vibración energética interior con la música de las esferas y los cuerpos celestes. Serán de suma ayuda a la hora de despejar de energías nefastas tanto el domicilio particular, como el centro de trabajo e incluso, en caso de enfermedad, serán de gran ayuda a la hora de potenciar la sanación tanto el cuerpo como el espíritu.

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